Ella II - Repulsion

Cuarto de baño. Ella.

Apenas pudo soportar mantener la mirada en el espejo más de dos segundos. Hombros demasiado anchos, tórax demasiado amplio, brazos demasiado fuertes piernas demasiado musculosas, rodillas demasiado combadas... y éso sin mencionar la delgada cicatriz queloide que le desfiguraba el vientre del ombligo hasta el pubis. Su mente se deshacía en aullidos mudos traducidos en lágrimas que le bajaban por el cuello cada vez que se miraba y se comparaba con las modelos despampanantes que veía en las revistas, o con las bonitas y sencillas jovencitas que se cruzaba día a día por la calle.

Se sentía inferior, muy inferior a ellas. No eran pocas las ocasiones en las que había tenido que sentarse en el suelo, notando un desgarrón en el pecho que le impedía tomar más aire que aquel que se procuraba mediante bocanadas rápidas y superficiales, hasta que su mente hacía un fundido a negro y al caer se golpeaba la cabeza contra el suelo. Cada vez que le daba uno de aquellos ataques trataba de repetirse cada cosa que le decían: tienes un cuerpazo, eres guapa, tienes curvas, estás proporcionada, no tienes de qué avergonzarte, no digas tonterías. Pero no funcionaba. Nada funcionaba.

Dios sabía que lo había intentado, de verdad. Pero le era inevitable volver a pensar, una y otra vez, que su escaso metro sesenta, su vientre rajado y sus hombros anchos no cumplían ni una de las leyes de la estética moderna. En aquel mundo de gente alta y esbelta no había sitio para Ella.